lunes, 8 de marzo de 2010

De clavos que no sacan clavos...


¿Estás enamorado? ¡Estás enamorado! Aún estás enamorado. Una y otra vez me preguntan eso como tratando de tomarle el pulso a un moribundo. ¿Cuál es la respuesta? ¿Qué es lo que debo demostrar? Esta es una lista de los clavos que no sacan un clavo.


Podría buscar a aquella chica absolutamente hermosa que alguna vez se cruzó en mi vida. Esa chica que significa para mí el paradigma de la belleza femenina. Y no me refiero solo a la hermosura física sino a esa actitud que siempre me ha fascinado. Como la chica de la laguna, del recordado capitulo de Los Años Maravillosos.


Esa pose insultante, esa mirada al horizonte, ese cigarro en los labios y aquel mentón siempre arriba. Un cabello negro lacio y con cerquillo. Ojos jaspeados marrones y un delineado permanente que acentúa su mirada subyugadora. Unos labios gruesos siempre apretados y una nariz perfectamente respingada. Tan linda que a veces solo podría observarla y dejarla hablar.


Por un lapso de tiempo podría ser feliz sin decir una frase, sobreviviendo en la admiración de su belleza y escondiéndome en los resquicios de su vanidad. Pero en algún momento tendría que darle una explicación de mi existencia en su vida. Una justificación de porqué una chica tan bonita debía quedarse conmigo. Seguro terminaría huyendo antes de poder pronunciar una oración que justificara el porqué ya no estoy enamorado.


Entonces otra salida podría ser tener una amante. Una amiga con la cual pudiera llevar todos mis deseos a los límites del desenfreno. Buscar a esa chica de cuerpo exuberante que siempre me deseó. A esa mujer que siempre exploró las fronteras de mi lujuria.


Tendría que crear un mundo ideal enmarcado en cuatro paredes y una cama. En conversaciones interminables en la madrugada. En sexo sin inhibiciones por toda la noche. Pero el problema sería que ella podría enamorarse. Podría superar la frontera entre el deseo y el amor. Entre la seducción y el enamoramiento. Podría romper aquel código implícito del ser pero no ser.


O tal vez debería buscar a ese amor pasado. A esa mujer de historia inconclusa. A esa promesa que quise olvidar. Buscar a la víctima de mis indecisiones y mis decisiones.


Aquella mujer linda, inteligente centrada, graciosa y segura de sí misma. Aquella persona que dejé, no por todo lo que era, sino por lo que yo pensaba que debía ser. Sin embargo, esa opción podría ser absolutamente arriesgada. Ella podría haber cambiado.


Podría ser más dura y fuerte a causa de la tristeza. Quizás podría besarla pero no besarla. Estar con ella pero sin ella. Ella podría cerrar su círculo y abrir el mío. Podría ser una venganza implícita, una recriminación muda o un desquite contenido.

Finalmente, creo que ni la belleza, ni el sexo y aún menos mi arrepentimiento podría darme una respuesta. Sin embargo, la soledad es la que me ha llevado a tener una.

Si querías una contestación esta es: siempre la amaré en mis recuerdos y siempre la olvidaré en mis nuevos amores.


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